Cuando ví que se acercaba el final, lo primero que hice fue negarlo.
Miré con ansiedad hacia un costado buscando algún desvió que me llevara lejos del desenlace que apremiante, se presentaba ante mis ojos y mi razón.
Muchas veces reinicié el mismo momento, insistí en continuar, una y otra vez sobre la misma y ya desgastada base de desilusión. La agonía, lenta, furiosa por mi resistencia, se extendió y multiplicó en miles de espinas que me atravesaban dejando heridas palpitantes. Paso a paso, y a cuentagotas el dolor enveneno sin piedad mis últimas esperanzas. Estuve pagando un precio demasiado alto, para no quedarme sin aquello que había soñado iba a ser para siempre.
A la larga fue peor, nadie puede cambiar su destino.
Me negué a fracasar, a aceptar que siempre son mejores los finales concretos, y no las extensiones forzadas.
El tiempo que gané en esa lucha absurda contra mi sensatez, estuvo construido con piezas derruidas de lo que alguna vez fue bello y real. Y cada vez que soplaba una brisa se desmoronaba a mis pies, siendo cada caída más estrepitosa y polvorienta. Hasta que cada segundo inventado se fue tornando insoportable, insostenible, mísero.
No puedo seguir viviendo en este espacio ficticio, así sobreviviendo, respirando este resto de aire en pequeñas inhalaciones para que no se acabe.
Es hora de madurar, abrir mis manos al viento dejando ir las cosas que nunca fueron mías, liberar mis emociones, realizar duelos, aprender que a veces se gana y otras se pierde.
Nunca son alegres las despedidas pero son una bisagra necesaria que se abre para que algo termine y esperar lo que vendrá.
Por cada final, siempre hay un nuevo comienzo, esta vez me dejo llevar por lo que vendrá...
Sindel Ave Fenix
No hay comentarios:
Publicar un comentario